Ubicados en el norte de la Isla, exactamente en el casco histórico del Puerto de la Cruz, La Tasquita de Min ha sido todo un referente de la oferta gastronómica de Tenerife por los últimos 20 años. Trabajamos con producto fresco y de temporada, y con productores y pescadores locales que garantizan la exquisita variedad de género que compone nuestra carta.

En La Tasquita de Min encontrarás deliciosas opciones para todo tipo de paladar. Aunque si por algo somos famosos, es por nuestro plato estrella: los calamares a la romana, sin duda alguna, uno de los aperitivos más apetecibles de la gastronomía española.

Según la historia más extendida, la expresión se remonta al siglo XVI, y se originó gracias a unos misioneros jesuitas de Portugal que, en su afán por propagar la fe católica por el mundo, llegaron hasta Japón. Aunque el mensaje cristiano no cuajó entre la población nipona, sí que lo hizo su forma de cocinar. Al parecer, los mismos misioneros europeos solían comer pescado y verduras rebozadas durante el tiempo de vigilia, tempora ad quadragesima en latín. La cocina japonesa adoptó y popularizó esta forma de rebozado y la llamó tempura y, de su origen latino, se derivó en la expresión “a la romana”.

Crujientes, sabrosos, frescos son algunos de los requisitos esenciales para garantizar unos calamares exquisitos. Sin embargo, hay distintas formas de cocinarlos. “Que el calamar sea fresco y de calidad es innegociable”, coinciden varias escuelas de cocina, como el Laboratorio de Sabores, en Málaga, o el Taller de Mesa, en A Coruña. Para empezar, se sugiere cortarlo a rodajas de entre 1,5 y 2 centímetros, y hay algunos que, una vez troceados y salados, aconsejan cubrirlos con zumo de limón o con leche. El rebozado es el paso más importante, y la harina y el huevo, los ingredientes clave. Primero se pasan por la harina y luego se mojan en el huevo batido. No obstante, hay quienes recomiendan añadir agua, cerveza o, directamente, levadura en el huevo para potenciar el cuerpo del rebozado. “Es importante utilizar una harina fina y sólo la justa para no hacerlos pesados”, apunta Marco Mota, de la Escuela de Hostelería de Madrid. Freírlos, el último paso, también tiene su secreto: abundante aceite y a mucha temperatura, alrededor de 190ºC.

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